Estudio de Lope de Vega
Lo más conocido y más sobresaliente de la producción literaria de Lope nació en este aposento. Las obras de madurez de su teatro, La hermosa guarda, El caballero del Sacramento, La dama boba, El perro del hortelano, El acero de Madrid, El caballero de Olmedo, Peribáñez, Fuenteovejuna, La Dorotea… se crearon en esta estancia. Y aquí, en este cuarto, el autor se reunió con sus amigos. Pintores, escritores, traductores, gramáticos, libreros… conversaron con Lope en su estudio, donde el dramaturgo también recibió visitas de diferente naturaleza, algunas inoportunas y pesadas, como él mismo refiere en algunas de sus cartas, y otras de gente que se acercaba a rendir admiración al poeta. Es la pieza fundamental de la casa y la más amplia, aunque Lope la mencionara a veces como “el aposentillo”. A ella se accede directamente desde el distribuidor y queda comunicada con el estrado y con el oratorio a través de una puertecilla. Pinturas, candeleros, un brasero, mesas, sillas y sillones fraileros adornaban la habitación, además de buena parte de los libros que albergaba la residencia.
“El estudio contenía
en aquel curioso espacio
dos bufetes, que en Palacio
claro está que los había”.
Es una de las dos estancias, junto al estrado, que mira a la calle. Eran los aposentos orientados al Sur y, por tanto, los más soleados. Habitación grande, con tres huecos de ventana, hay en ella una sólida mesa de madera, su mesa de trabajo, situada junto a la luz de la ventana. Sobre ella, algunos libros y los objetos de escribanía. Además, hoy, un retrato del poeta preside el estudio, donde destaca un severo sillón frailero de respaldo y asiento de cuero repujado. También se encuentra aquí el retrato de Sor Marcela.