Cómo fue el último gran amor de lope

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Lope se enamoró de Marta de NevaresMarta de Nevares conoció a Lope cuando ella aún no había cumplido los 25 años y él ya había llegado a los 54 y había sido ordenado sacerdote. Casada desde los 13 años con Roque Hernández, un individuo bastante mayor y muy grosero, tratante y hombre de negocios, tenía dos hijos de este matrimonio.

La pareja se conoció en una fiesta poética, en un jardín madrileño, donde, al parecer, el poeta cayó rendido ante la sobresaliente belleza de la dama. (“Sus ojos verdes, la perfecta nariz, las manos y pies pequeñitos, cejas y pestañas negras, cabellos rizos y copiosos, boca que pone en cuidado los que la miran cuando ríe, gentileza de cuerpo, inteligencia viva, ingenio, habilidad en tañer instrumentos musicales y en escribir con facilidad literatura...”). Ese encuentro marcó el inicio de una duradera y muy apasionada, aunque también muy complicada y dolorosa, relación. Su amor se mantuvo intacto hasta 1632, año de la muerte de Marta.

La historia de este enamoramiento está marcada por la firme decisión de los amantes de enfrentarse a la cruel maledicencia de la corte. A su alrededor crecían las murmuraciones malintencionadas por la diferencia de edad entre ellos, por la condición de casada de Marta o por el sacerdocio de Lope. Por supuesto, fue motivo de habladurías el nacimiento de la niña Antonia Clara, que finalmente fue inscrita como hija legítima del marido de Marta de Nevares.

En 1621 Marta, que vivía con Lope en la casa de la hoy llamada calle Cervantes (Casa Museo Lope de Vega) enfermó gravemente. Primero quedó ciega y posteriormente enloqueció. El poeta, destrozado, la cuidó hasta el último momento en 1632. Fue su último gran amor y a ella dedicó muchos versos de su obra. Marta de Nevares, bautizada con los sobrenombres de Marcia Leonarda y Amarilis, apareció en églogas y comedias, donde Lope de Vega dejó constancia de su amor. (“No quedó sin llorar pájaro en nido, / pez en el agua ni en el monte fiera, /...y es la locura de mi amor tan fuerte, / que pienso que lloró también la muerte”)
, que estaba casada, cuando él ya era sacerdote“…Hay que entender, en el contexto de la profesión sacerdotal, cómo en el siglo XVII estaba ésta desprendida del sentido vocacional que conlleva hoy día. A ella se llegaba por distintos caminos: para gozar, por ejemplo, de unas prebendas catedralicias (Góngora); como hijo segundo (‘los segundones’) de una familia de hidalgos; como una manera de asegurarse honor, posición social, rentas...” (Antonio Carreño)

Era frecuente que a los sacerdotes les acompañara una manceba, costumbre extendida incluso entre los inquisidores, a pesar de los esfuerzos que se hicieron por controlar estos hábitos. La figura del ‘clérigo solicitante’ estaba castigada por el Santo Oficio, que entre 1540 y 1700 celebró más de trescientos procesos. En uno de ellos, en 1608, el clérigo Marco Antonio Ávila fue procesado por haber ‘solicitado’ desde su confesionario relaciones sexuales con treinta mujeres. ”
No solo fue una relación adúltera, de la que, además, nació una hija (Antonia Clara), sino que, para disgusto de muchos, se desarrolló públicamente, a la vista de todos. Lope y Marta de Nevares vivieron en la casa de la calle de Francos. Lope cuidó de Marta de Nevares cuando enfermó y hasta su muerte.

Lope oscilaba entre el fervor religioso de las Rimas Sacras y la pasión de enamorado, y en ese vaivén constante era objeto de críticas y burlas de sus coetáneos, chanzas que se debían más a la edad del poeta que a sus obligaciones morales como sacerdote. De hecho, el sacerdocio era algo que se veía más como una carrera profesional y, además, el clero no quedó libre de las costumbres sociales en cuanto a relaciones amorosas y sexuales.

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Su madre fue Francisca Fernández Flórez y su padre Félix de Vega Carpio, maestro bordador, ambos procedían de las montañas de Cantabria.

Lope tuvo cuatro hermanos: Francisco, Juliana, Luisa y Juan. El poeta pasó parte de su infancia en casa de su tío, don Miguel de Carpio, Inquisidor de Sevilla.